domingo, octubre 15, 2006
Colegio de Santo Domingo (Orihuela)
El oriolano don Fernando de Loazes, sucesivamente obispo de Elna, Lérida, Tortosa, arzobispo de Tarragona y arzobispo de Valencia- Patriarca de Antioquia, mandó levantar la grandiosa fábrica renacentista de Santo Domingo, por más que se finalizara transcurridos muchos años de su muerte, con la monumental portada barroca de de la universidad. Fue también él quien inició el largo y complicado itinerario que llevaría cien años después, en 1646, al logro completo de la Universidad de Orihuela; con esa finalidad hizo cuantiosas donaciones, legó sus bienes muebles e inmuebles y escogió como embrión del centro de estudios superiores al convento de dominicos de Nuestra Señora del Socorro y San José, intramuros de Orihuela.
Así pues, las obras de Santo Domingo, el edificio más emblemático del antiguo reino de Valencia y monumento nacional, dieron comienzo en 1553 y concluyeron mediados el setecientos. De la imponente construcción sobresale, en primer término, una grandiosa fachada, muy austera, con marcado predominio de de la línea horizontal, sólo interrumpida por ventanas y las portadas que dan acceso a la iglesia, convento y antigua universidad respectivamente; de éstas, las dos primeras, labradas en el quinientos, son las más antiguas, si bien la de mayor monumentalidad es la gran portada barroca de la universidad, diseñada a comienzos del siglo XVIII por Pedro Juan Codoñer.
En el interior, los elementos y dependencias principales son, además de los dos maravillosos claustros, la iglesia y su torre-campanario, la historiada portada de la sacristía y el refectorio. La iglesia, salvo la fachada, que es posterior, fue trazada en el seiscientos por Pedro Quintana, quien concibió una masa única con bóveda de medio cañón, capillas entre los contrafuertes y cúpula en la unión de crucero y nave. Más tardía es la torre, con rica decoración, que, a mediados del siglo XVIII, reemplazó al campanario renacentista. Por su parte, la puerta de la sacristía debida a Juan Inglés, a quien se ha atribuido sin plena seguridad la traza originaria de Santo Domingo, es del último tercio del XVI, concebida como un arco del triunfo sobre el que apoya un templete. El espléndido y espacioso refectorio del antiguo convento muestra nervaduras de gótico final, y fue reformado en el siglo XVIII, enriqueciéndolo con uno de los mejores zócalos de azulejería valenciana que han llegado a la actualidad.
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