lunes, septiembre 24, 2007

Palacio del Infantado


El Palacio del Infantado en Guadalajara

Una de las mejores muestras de palacio en el período de transición del gótico final al renacimiento, con presencia de elementos arquitectónicos y decorativos de ambos estilos, es el mandado construir en Guadalajara, el año 1483, por don Íñigo López de Mendoza, nieto del marqués de Santillana y segundo duque de las Cinco Villas del Estado del Infantado, casado con doña María de Luna, hija del Condestable don Álvaro, y dueño de la mayor fortuna de la Corona de Castilla, señor de 800 lugares y 90.000 vasallos.

Con planos de Juan Guas, el palacio cuenta con numerosas estancias que revelan el fasto y poderío de la Casa, que hizo a Francisco I de Francia, huésped del tercer duque, exclamar: "De las cosas del emperador, ninguna grandeza comparable a la de tener tal vasallo como el duque del Infantado"; en torno a éste giraba la corte renacentista que frecuentaba el grandioso patio de Leones, con dos órdenes de galerías, y los bellísimos salones de Batallas, Cazadores y Consejos, si bien el principal y mayor de todos es el denominado de los Linajes. A punto estuvo el fastuoso palacio de sufrir daños irreparables con la ruina del duque de Osuna y del Infantado. Pero a diferencia de otras grandes mansiones nobiliarias, cuyos más valiosos elementos decorativos y artesanados fueron vendidos y desmontados, el palacio del Infantado tuvo la fortuna de convertirse, el año 1879, en Colegio de Huérfanas de Guerra, lo que abrió paso a una meritoria labor de restauración y mantenimiento por la Comandancia de Ingenieros de Guadalajara, que le ha permitido llegar en buen estado al momento actual.

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miércoles, septiembre 19, 2007

Palacio Marqueses de La Scala


El palacio de los Marqueses de La Scala

Ubicada en la plaza de Manises, con un valioso entorno monumental, esta gran mansión consta de dos cuerpos claramente diferenciados, cuya conexión se efectuó en el XVIII, tras la concesión, en 1571, del título de marqueses de La Scala a esta rama de los Boil valencianos. Se realizó entonces la actual fachada, que no termina de velar la indicada dualidad, resuelta, funcionalmente, con una gran escalera central de dos brazos barroca. La parte más antigua, inmediata al Palacio de la Bailía, dotada de un torreón cuadrangular rematado por bolas, constituye uno de los mejores ejemplos subsistentes en Valencia de la transición del gótico al renacimiento en este tipo de construcciones nobiliarias.

Originariamente, el palacio perteneció a los Boil, señores de Manises; uno de los cuales, Pedro Boil, embajador aragonés ante la Serenísima República de Venecia a comienzos del siglo XIV, casó con Altadona de La Scala, hija del duque soberano de Verona. Durante casi quinientos años el palacio perteneció a los señores de Manises, creados marqueses de La Scala; y luego recayó, por enlace, en los Maldonado salmantinos, condes de Villagonzalo, Grandes de España. Tras perder su función residencial, el edificio fue enajenado, y durante buena parte del siglo XX albergó a Lo Rat-Penat, hasta que, en el último cuarto, la Diputación de Valencia recuperó el uso del mismo, para ampliar su sede, radicada en el vecino palacio de la Bailía.

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domingo, septiembre 09, 2007

Palacio de Monterrey


El palacio de Monterrey en Salamanca

El palacio salmantino de Monterrey constituye una de las muestras más afortunadas del estilo plateresco. Su nombre responde a que fue mandado construir, en 1540, por Don Alonso de Acevedo y Zúñiga, cuarto conde de Monterrey, en un momento de gran esplendor de su linaje. En efecto, dicho noble, que incrementó considerablemente sus señoríos, sirvió destacadamente al emperador en el levantamiento del sitio de Viena, atacada por los turcos. Su nieto Gaspar, quinto conde, fue virrey de Nueva España y del Perú. El sexto conde contrajo matrimonio con Doña Leonor de Guzmán, hermana del conde-duque de Olivares, recibió la Grandeza de España y fue virrey de Nápoles. En las postrimerías del seiscientos, la heredera del condado, Catalina de Haro y Guzmán, casó con el X Duque de Alba. Así título y palacio ingresaron en la Casa de Alba, hoy Berwick y Alba, donde continúan en la actualidad.

A pesar del referido esplendor, el enorme palacio quedó inacabado; aun así, la entidad y belleza de los construido es tal que sirvió de modelo al pabellón español en la Exposición de París de 1900. Con planos de fray Martín de Santiago y Rodrigo Gil de Hontañón, de la egregia mansión se ejecutó, aproximadamente, una cuarta parte, de singular belleza por sus galerías corridas y la afiligranada crestería calada de sus coronamientos. Particularmente célebre es su torre, una de las cuatro proyectadas, con sus ventanas y balcones de espléndida hechura plateresca, ornados sus ángulos por escudos de los preclaros linajes de Zúñiga, Acevedo, Fonseca y Ulloa, sostenidos por leones y animales fabulosos.

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martes, septiembre 04, 2007

Palacio de Marivent


El Palacio de Marivent en Palma de Mallorca

Ha transcurrido más de un cuarto de siglo desde que la Familia Real de España, decidiera veranear en Mallorca. Se trataba de una opción novedosa, ya que durante la Restauración, tanto la Reina Regente Mª Cristina de Habsburgo-Lorena como Alfonso XIII habían preferido las costas cantábricas, tal y como, recuerdan los palacios de Miramar en San Sebastián y, en Santander, La Magdalena. Como es natural, la isla, cuya fuente primordial de ingresos es la actividad turística, acogió la elección con todo el calor e interés por una presencia tan emblemática, que suponía propaganda y reclamo de primer orden.

De inmediato, se planteó la necesidad de procurar una residencia digna y cómoda, puesto que el escenario de representación ya lo proporcionaba el histórico palacio de La Almudena. Fue así como las autoridades isleñas decidieron ofrecer y acondicionar el palacete de Marivent, que goza de un emplazamiento privilegiado en la Bahía de Palma. Se trataba de la antigua mansión de un acaudalado residente griego, que, en disposición testamentaria, la había legado, por vía de Fundación, para marco de exposición de sus colecciones y otras actividades culturales, que distaban de haber tenido relevancia. Se estimó, por ello, que la mejor función que podía asumir el edificio era transformarse en residencia regia de verano, que aunase a la comodidad, tan deseable en esta época, la prestancia y el decoro imprescindibles.

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