
El Palacio del Infantado en Guadalajara
Una de las mejores muestras de palacio en el período de transición del gótico final al renacimiento, con presencia de elementos arquitectónicos y decorativos de ambos estilos, es el mandado construir en Guadalajara, el año 1483, por don Íñigo López de Mendoza, nieto del marqués de Santillana y segundo duque de las Cinco Villas del Estado del Infantado, casado con doña María de Luna, hija del Condestable don Álvaro, y dueño de la mayor fortuna de la Corona de Castilla, señor de 800 lugares y 90.000 vasallos.
Con planos de Juan Guas, el palacio cuenta con numerosas estancias que revelan el fasto y poderío de la Casa, que hizo a Francisco I de Francia, huésped del tercer duque, exclamar: "De las cosas del emperador, ninguna grandeza comparable a la de tener tal vasallo como el duque del Infantado"; en torno a éste giraba la corte renacentista que frecuentaba el grandioso patio de Leones, con dos órdenes de galerías, y los bellísimos salones de Batallas, Cazadores y Consejos, si bien el principal y mayor de todos es el denominado de los Linajes. A punto estuvo el fastuoso palacio de sufrir daños irreparables con la ruina del duque de Osuna y del Infantado. Pero a diferencia de otras grandes mansiones nobiliarias, cuyos más valiosos elementos decorativos y artesanados fueron vendidos y desmontados, el palacio del Infantado tuvo la fortuna de convertirse, el año 1879, en Colegio de Huérfanas de Guerra, lo que abrió paso a una meritoria labor de restauración y mantenimiento por la Comandancia de Ingenieros de Guadalajara, que le ha permitido llegar en buen estado al momento actual.
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